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Dalia. Cuento inspirado en la canción de Saurom

Esta vez, en El Repertorio tenemos un cuento corto que surgió mientras escuchaba la canción "Dalia", de Saurom. A continuación está el video, pero recomiendo no escucharla antes de leer el cuento para evitar un spoiler muy evidente.


 


 

-Tal vez deberíamos dejar de hablar tanto. A veces me miran raro y tengo que girar disimuladamente la cabeza para que vean el audífono y sepan que no estoy hablando solo-

Recién le cogía el tiro a eso de estampar imágenes sobre las prendas. Era sencillo, pero requería de técnica para que los colores pegaran en las proporciones que deberían y sin desfasarse. Los veteranos le dijeron que tranquilo, que con un poco de práctica pronto se volvería un experto.

Cuando no estaba recibiendo consejos de los demás, se encontraba hablando con Dalia.

-No es que me importen mucho las miradas, pero creo que puedo incomodar a los demás en el trabajo, ¿sabes?

Hablaban sobre cualquier cosa, y cuando no tenían de qué hablar, compartían el silencio mientras cada uno se dedicaba a lo suyo. Recientemente disfrutaban de burlarse de los clientes que llegaban al taller con encargos que consideraban ridículos. Esas parejas que llevaban camisetas estampadas con “king” y “queen” enfrente desencadenaban las bromas, a pesar de que una parte de ellos quisiera compartir algo así.

Llevaba poco tiempo trabajando en el taller, y en un principio a nadie le molestó escucharlo hablar todo el día. La música que sonaba todo el tiempo ahí adentro le daba privacidad a sus conversaciones, y los demás solo se percataban cuando iban a encargarle alguna tarea. Pero el bafle se dañó, y nadie encontraba el momento para mandarlo a arreglar. Su voz ahora se escuchaba más fuerte.

-No, no puedo susurrar, eso sería aún más incómodo para los otros- Miró alrededor y luego agregó -No es que me importen los otros, pero las miradas cada vez son más frecuentes-

Esta vez los escuchaba hablar entre ellos. Tenía miedo de meterse en problemas, y no podía darse el lujo de perder otro trabajo, cuando recientemente le prometió a ella ser más responsable; ser un adulto.

-No, no son excusas… Sé que no te gusta estar sola, pero vas a tener que superarlo.

Ya se acercaba el jefe. Era un tipo amable pero firme. No temía ser brutalmente directo, pero siempre que tenía que ser “el malo” terminaba con una broma para dar a entender que nunca se trata de algo personal.

-Mira, no quiero discutir. Me tengo que ir- Antes de colgar, agregó -Te visito luego del trabajo. Te llevaré algo-

Después de una larga charla en el taller, salió disparado a comprar flores, antes de que cerrara el único local que le quedaba de paso. Había estado dándole vueltas al asunto durante el camino, pensó que pudo haber sido más comprensivo. De todas formas, a él tampoco le gustaba sentirse solo. Metido en sus pensamientos el camino se hizo corto y a su llegada ya había oscurecido, esas no eran horas de visita, así que tuvo que saltar la valla. 

-Discúlpame si hoy llego tarde- Ella lo esperaba donde ya era costumbre, él se sentó a su lado y puso las flores sobre el concreto.

-Te traje flores. Supuse que las otras ya se habían marchitado.

-Ha sido un día difícil. Anoche soñé contigo, que seguías aquí.

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